Por Luis Machado Ordetx
“¡A Fidel no se le escapa una!”, dijo Benito Villa González, caficultor que conoce a la perfección las entrañas secretas del lomerío villaclareño. Durante siete ocasiones diferentes tuvo la posibilidad de escuchar en escenarios privados y públicos los criterios que el Comandante en Jefe expuso sobre el desarrollo agropecuario del país. Muchas de esos instantes permanecen prendidas en los recuerdos de un campesino de pico fino en contar historias.
El sábado 17 y el domingo 18 de mayo de 1986 el cosechero de Aguas Clara acudió en calidad de delegado al Segundo Encuentro Nacional de Cooperativas Agropecuarias. Antes, también figuró en la nómina de la primera de las reuniones. Sin embargo, ahora desconocía que el dirigente cubano participaría en una de las sesiones plenarias. De antemano solicitó intervenir. Viene aquí su preocupación. A cualquier le ocurre: “¡Ahora Fidel aquí!”, alguien le espetó, y dijo en soliloquio: “puedo meter la pata, o ponerme nervioso, y hasta cometer una barbaridad. Bueno, no será la única ocasión que eso suceda”, confesó.
—¿Qué hizo usted?, pregunté a Villa González, ahora con 85 años y usufructuario de la finca Estelí, perteneciente a la Cooperativa de Créditos y Servicios (CCS) Roberto Fleites, en la Sabana de Santa Clara .
— ¡Hombre, pues hablar y responder con la sinceridad y la humildad que me caracteriza! Comencé a ejemplificar con mi Cooperativa de Producción Agropecuaria (CPA) la 17 de mayo, alejada a 6 kilómetros, loma arriba, en Jibacoa . Precisé aspectos de las producciones de café, frutales y ganadería. También de cómo arreglábamos entre todos los caminos y de las viviendas en construcción con esfuerzo colectivo. Todos deseábamos la estabilidad de la fuerza de trabajo campesina. Puntualicé cómo allí vivíamos en familia, en cordialidad. Hasta comenté de la vinculación al área, con siete fincas que garantizaban el “altoconsumo” y entregaban acopios de viandas, granos y hortalizas al comedor.
“Entonces Fidel dijo: ¡No, no Benito, es autoconsumo! Ojalá tuviéramos autoconsumo para no pasar necesidades de alimentos. Aquello me dio tremendo encogimiento. Quería meterme en un vara en tierra y que nadie me viera, pero proseguí adelante con el relato, y el bochorno momentáneo se desapareció. Imagínese usted que solo pude llegar hasta el sexto grado en la escuela, y todos los conocimientos que tengo son prácticos, de campos. Claro, eso no lo dije allí. Después las preguntas del Jefe de la Revolución vinieron una detrás de la otra, y siempre afirmando con la cabeza, o hacía un gesto y se dirigía al plenario para dejar una valoración del tema”.
—¿Qué indagaba?
—De todo. La cooperativa nuestra se creó en 1978. Nosotros desde hacía más de 40 años residíamos allá cuando nuestro padre decidió abandonar la zona del Saúco, cerca de la Loma Sombrero, para arrendar una finca al latifundista de apellido Berenguer. Luego me quedé en el lugar y formé una familia, siempre en labores agropecuarias y de cultivo de cafetales.
“Al principio la organización campesina, con pocos miembros, solo obtenía 30 quintales por caballería, precisé a Fidel. Ahora, a pesar de los estragos del ciclón Kate, de noviembre de 1985, le dije, logramos 77, un buen rendimiento, y no pararemos hasta los 100, indiqué. ¿Cómo lo obtuvieron?, preguntó el Comandante en Jefe. Le expuse con trabajo y normas técnicas, y sistemática regulación de sombra, poda y limpia, así como fertilización y riego de herbicidas para contrarrestar las plagas y enfermedades. ¿Qué área tienen?, me interrogó. Enseguida le dije: solo 7,25 caballerías de café, y la mitad en plena producción con unas 30 000 plantas de promedio. Señaló que debíamos crecer más, y entonces recalqué que había ganadería vacuna en explotación, así como frutales y viandas. Declaró que nada impedía crecer en población y sellaje de los campos. Las preguntas de Fidel siempre tenían una relación, y todas las respondía.