Por Pedro Hernández Soto
Lo conocí el 14 de abril de 1974. Me lo presentaron al sentarnos en la “mesa presidencial” de la asamblea de trabajadores del periódico Vanguardia donde me iban a mostrar como el nuevo director.
Pedro Méndez Suárez, aquel muchachón un poco gordito, rubicundo, pelirrubio, me causó buena impresión. Ese día me enseñó el salón donde radicaba la redacción del semanario humorístico Melaíto y a continuación los nuevos locales –ya casi terminados- donde se mudarían. Allí estarían más cómodos.
Ya por aquella fecha – los entonces jóvenes- mantenían la publicación con un prestigio tremendo. Cada sábado en la provincia de Las Villas, los ejemplares demoraban en venderse lo que tardaban los trabajadores de los kioscos en desatar los paquetes en los cuales llegaban.
Aquel grupo de estelares lo integraban además de mi tocayo como director, Francisco Rodríguez Ruiz (Panchito), padrino artístico de Martirena, me impresionó mucho por su honestidad y muestras de buenos sentimientos; Rolando González Reyes (Roland), magnífico redactor, hombre con criterio, siempre dispuesto y servicial; Adalberto Linares (Linares), profesional, modesto y sencillo a más no poder; Douglas Nelson Pérez Portal (Nelson), (Santa Clara, 9.11.1941 – Cienfuegos, 28.10.2014), tremendo diseñador y humorista, laborioso, defendía sus criterios hasta el final; Celia Farfán, diseñadora, capaz de sugerir a Tomás Álvarez de los Ríos el título de la novela Las Farfanes, y el habitual colaborador Ricardo Artiles (Ricardito).