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Archivo de la categoría: Sociedad

Mi Bohemia

Por Pedro Hernández Soto

bohemia 1.1.jpgUn medio de comunicación es reflejo y parte de la sociedad en la cual existe. BOHEMIA con sus casi 110 años de creada, única revista iberoamericana de contenido variado con tal longevidad, ha sido por tanto testigo, juez y partícipe de muchos de los más importantes hechos ocurridos en Cuba y el mundo, con una óptica cada vez más revolucionaria.

Mis contactos con ella comenzaron en la niñez. Era el único –como mayor de los hijos varones- autorizado por mi padre para levantarme de la mesa durante la comida, cada jueves-viernes en la tarde-noche, para interceptar a aquel hombre grueso, de piel negra, vendedor de periódicos, llamado Juan de Mata quien, empujando su pesada por cargada carretilla, se acercaba a la puerta de mi casa entonando su pregón, en su  tránsito para promover en la ciudad, la edición semanal acabada de llegar desde La Habana. Era en el Cienfuegos de los años finales de la década de los años 40.

La revista en mi hogar era casi mística. Tenía un lugar propio para depositarse –recuerdo muy bien el espacio correspondiente en el blanco y recto mueble de buena madera, que sostenía el viejo radio RCA Víctor- y la leían de modo principal mi padre y una tía que vivía con nosotros. Mi madre y nosotros, los muchachos, la hojeábamos despreocupadamente fijándonos más en las caricaturas y las tiras cómicas.

Pero el domingo, ¡Ah!, el domingo pertenecía por completo a mi padre, a menos que existiera alguna situación importante en el país y buscara la información en sus escasas horas de descanso nocturnas a lo largo de la semana. Él siempre tuvo la prioridad en todo momento. Read the rest of this entry »

 

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¡Y con los zapatos rotos!

Por Pedro Hernández Soto

Pitito, Pepe y Pedrito 6.03.1948Ante todo, una declaración de fe: No me considero fotógrafo ni crítico de fotografía, tan solo soy una persona que le gusta apreciar la estética de una instantánea -en cuanto a su composición, contrastes, definición y demás atributos-, y aún ver más allá, tratando de adivinar lo que yace en sus contenidos.

De nuevo lo pensé cuando observé por enésima vez esta foto que debe ser del año 1947, donde aparezco con mis hermanos María Caridad (Pitito) y José Indalecio (Pepito), ambos ya fallecidos. Ella tenía entonces unos once años, cinco él y yo alrededor de ocho. Es muestra del entusiasmo de nuestros padres recién cuando mi hermanito terminaba el kindergarten y había participado en la fiesta de disfraces por la clausura del curso. Y de esta estampa puedo contar varias historias de la época, imbricadas, de felicidades, añoranzas y duras realidades.

El artista del lente fue Santiago. Él tenía su estudio en la importante calle comercial San Fernando, de Cienfuegos, al doblar desde la avenida del Prado -donde estaba la piquera de Peyo, mi padre- hacia Gacel. Ellos tenían muy buenas relaciones pues siempre que les vi encontrarse se saludaron con mucha cordialidad. Tan solo guardo otra foto más de estudio, por cierto, del mismo autor, y en esta aparece mi hermana con toga y birrete, en ocasión de graduarse como bachiller. Fue otro momento muy relevante para mi humilde familia.

Ella fue una mulatica bonita, de “pelo bueno” (según calificativos discriminadores), con agraciado cuerpo sostenido por bellas piernas, esto último algo que los hombres de aquellos tiempos tenían muy en cuenta, y que nos costó a mi hermano y a mí no pocas incomodidades y discusiones con quienes la piropeaban en la calle, cuando predominaba el machismo rampante y feroz.

Aquí lucía un vestido confeccionado por mi madre –al igual que el disfraz de mi hermano- quien ponía todo su amor y profesionalidad en confeccionarnos además camisas, pantalones, blusas y hasta abrigos para el invierno. En la porción izquierda del pecho se le quedó prendido un sello, comprobante de su aporte a la campaña de la Liga contra el Cáncer.

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JOSÉ MARTÍ

 

Por Rubén Darío

dario_y_marti01282017El El fúnebre cortejo de Wagner, exigiría los truenos solemnes del Tannhauser; para acompañar a su sepulcro a un dulce poetas bucólico, irían, como en los bajorrelieves, flautistas que hiciesen lamentarse a sus melodiosas dobles flautas; para los instantes en que se quemase el cuerpo de Melesígenes, vibrantes coros de liras; para acompañar -¡oh!, permitid que diga su nombre delante de la gran Sombra épica; de todos modos, malignas sonrisas que padáis aparecer, ¡ya está muerto!-, para acompañar el entierro de José Martí, necesitaríase su propia lengua, su órgano prodigioso lleno de innumerables registros, sus potentes coros verbales, sus trompas de oro, sus cuerdas quejosas, sus oboes sollozantes, sus flautas, sus tímpanos, sus liras, sus sistros. ¡Sí, americanos, hay que decir quien fue aquel grande que ha caído! Quien escribe estas líneas, que salen atropelladas de corazón y cerebro, no es de los que creen en las riquezas existentes de América…Somos muy pobres…Tan pobres, que nuestros espíritus, no viniese alimento extranjero, se moriría de hambre. ¡Debemos llorar mucho por esto al que ha caído! Quién murió allá en Cuba, era de lo mejor, de lo poco que tenemos nosotros los pobres, era millonario y dadivoso: vaciaba su riqueza a cada instante, y como por la magia del cuento, siempre quedaba rico: hay entre los enormes volúmenes de la colección de La Nación, tanto de su metal fino y piedras preciosas, que podría sacarse de allí la mejor y más rica estatua. Antes que nadie, Martí hizo admirar el secreto de las fuentes luminosas. Nunca la lengua nuestra tuvo mejor tintas, caprichos y bizarrías.

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Industriales y el irrealizable compromiso que nunca existió

Por Pedro Hernández Soto

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¿Existió un compromiso o fue una quimera de algunos?

Se jugaba la más reciente Serie Antillana. Acudí al estadio Latinoamericano para ver el enfrentamiento de los Industriales ante la Isla de la Juventud , donde alinea mi nieto. Después de saludar a colegas y amigos me acerqué a Víctor Mesa le congratulé por su nombramiento y de inmediato le espeté: ¡Te gusta buscarte problemas! ¿Por qué te metes en esta balacera?

Sin dejar de exhibir una amplia sonrisa y atender a los sucesos del terreno, me contestó este hombre a quien conozco desde cuando era un jugador juvenil y participaba en los encuentros amistosos que organizaba el primer secretario del Partido Comunista de Cuba, en Villa Clara, Arnaldo Milián Castro   , durante jornadas dominicales en el estadio Augusto César Sandino.

“Ya terminé en Matanzas pero es necesario seguir levantando el béisbol en Cuba. No es posible que un equipo como Industriales esté ausente en las discusiones de los primeros lugares. Persigo clasificar y llenar este estadio”, me dijo a continuación, señalándome las vacías gradas del coloso del Cerro.  En eso llegó Carlos Tabares y le planteó algo sobre el calentamiento de los jugadores participantes que ya se alistaban y me despedí para no interrumpir el trabajo del colectivo de dirección.

Culminó la 57 Serie Nacional de Beisbol   para el equipo de la Capital y quedó en cuarto lugar, distanciándose del décimo logrado en la anterior campaña. Lo alcanzó tras mejorar el record de ganados para una primera etapa y pelear durante siete encuentros con Las Tunas, conjunto que lideró la mayor parte de la campaña. Siempre pensé que para la nueva directiva capitalina este sería un año de estudio, reestructuración, renovación y preparación para contiendas próximas.

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Publicado por en 21/01/2018 en América Latina, Béisbol, Cuba, Deporte, Sociedad

 

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Díaz Canel, cubano integral

Por Pedro Hernández Soto

collage 1 copiaPrimero conocí a Miguel, el padre: de regular estatura, delgado, buen conversador, hábil tabaquero, y después a los dos hijos y por último a Aida, la madre; residentes todos en una modesta casa de mampostería con techo de madera y tejas, en Nazareno casi esquina a Colón, allá en Santa Clara.

Aquel hombre algo mayor ya era amigo de viejos periodistas de Vanguardia con quienes conversaba a menudo, sentados a la sombra de los robustos árboles del parque Leoncio Vidal, en escasos momentos de descanso editorial. Rápido me incorporé a aquella peña sui géneris donde se discutía todo lo humano y lo divino y que en ocasiones se trasladaba hasta la barra de la pizzería Toscana, donde “tomábamos la tarde”.

En la casa del entonces administrador del periódico nos reuníamos con múltiples pretextos varios compañeros de trabajo y allí conocí a Miguel Díaz Canel Bermúdez.

Pronto supo incluirse, sin aparente esfuerzo, en aquellas conversaciones informales de personas mayores en edad, donde se discutían los más diversos temas. Al principio nos observaba con particular atención sin intervenir en los debates.  Después, tomó confianza, comenzó sobre todo a preguntar bastante y me llamó la atención su sed de saber, la profundidad de su pensamiento y la agudeza de sus interrogantes.

Por supuesto, con rapidez me informé sobre Miguelito o Migue tal cual le llamábamos todos en confianza. Estudiaba ingeniería electrónica en la Universidad Central Martha Abreu de Las Villas (UCLV) , cursaba algunos años por delante de mi hijo mayor (quien lo hacía en la especialidad de mecánica), por tanto, me fue fácil conocer que obtenía el máximo de puntuación en todas las asignaturas, integraba el equipo de polo acuático y un grupo de teatro, y era dirigente de la FEU y la UJC.

collage 2 copiaConocedor de esas cualidades decidí seguirle los pasos en lo posible.  Al comenzar el quinto año fue llamado al Instituto Técnico Militar José Martí (ITM) para especializarse en instalaciones para la conducción de cohetes antiaéreos. Tras graduarse en la Plaza de la Revolución (1983) y obtener un reloj cifrado con el reconocimiento del General de Ejército Raúl Castro Ruz –a la sazón ministro de las Fuerzas Armadas Revolucionarias- fue asignado a una unidad, que, con su participación, obtuvo brillantes resultados en unos de los ejercicios efectuados en Europa, llamado de los Ejércitos Amigos.

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