La presencia de Benedicto XVI en Cuba ha transcurrido para mí con una velocidad tremenda. Inmerso en mantenerme al día, estudiando la abundante información disponible en cuanto a preparativos, complejidades, discursos y comportamientos, cuando vine a ver el Papa estaba descendiendo en el aeropuerto de Santiago de Cuba, de su fletado avión de Alitalia.
A partir de entonces todo ha sido un disfrute ininterrumpido que me atrevo a resumir en un tratamiento correcto por todo nuestro pueblo, respetuoso o devocional, de acuerdo a laicidad o creencia.
Vista desde las posiciones de cubanos o extranjeros, creyentes o irreligiosos, directivos o dirigidos, residentes o visitantes, es indiscutible que hubo comunión de ideas en planteamientos globales estratégicos de la Iglesia Católica y la Revolución.
El Papa acudió en un momento oportuno para levantar la fe católica en Cuba. Y digo oportuno por ser el justo instante en que era válido ampliar el camino –abierto hace 14 años por Juan Pablo II- para una mayor y más activa inserción de su iglesia en la sociedad civil cubana. Es un decisivo apoyo a la obra del Cardenal Jaime Ortega Alamino.
La estancia del Sumo Pontífice en Cuba avaló nuestro proceso social (Ver discurso de Benedicto XVI a su llegada a Santiago de Cuba) y también la actualización de nuestro modelo económico que venimos desarrollando. Desde el punto de vista ético es interesante repetir algunas frases definitorias tales como: …“la actuación pública al servicio del bien común de la Nación…”, “…el progreso verdadero tiene necesidad de una ética que coloque en el centro a la persona humana y tenga en cuenta sus exigencias más auténticas…”, “…ese inmenso patrimonio de valores espirituales y morales que han ido conformando su identidad más genuina, y que se encuentran esculpidos en la obra y la vida de muchos insignes padres de la patria, como el Beato José Olallo y Valdés, el Siervo de Dios Félix Varela o el prócer José Martí”.
El bloqueo económico, comercial y financiero de los Estados Unidos contra Cuba quedó en entredicho bien temprano cuando, concentrada la prensa acompañante en el vuelo Roma-Guanajato, el padre Federico Lombardi, portavoz del Vaticano, dijo «La Santa Sede considera que el embargo es algo que hace que las personas sufran las consecuencias…». «La Santa Sede no cree que es una medida positiva y útil».
Nuestro presidente Raúl Castro reafirmó -según mi apreciación- con mucha diplomacia, los ejes primordiales de nuestra posición revolucionaria. Trajo a un primer plano, de modo insoslayable, ante todo a José Martí, cuando precisó como premisa de la Revolución Cubana el rendir culto a la dignidad plena del hombre y la construcción de una Patria: “Con todos y para el bien de todos”; nuestro derecho a decidir y seguir el camino que escoja nuestro pueblo, de modo democrático y libre. Denunció las agresiones políticas y militares de los estadounidenses y sus lacayos, el bloqueo financiero y económico, la complicidad de las grandes potencias y el contubernio entre los grandes medios de difusión.
Las misas fueron muestras de fe y devoción, plasmadas en las altísimas asistencias logradas, muestras de la admirable liturgia católica, con el bello y funcional soporte ambiental que lograron con trabajo profesional e ininterrumpido, varias empresas nacionales y la fuerte cooperación del Obispado.
El encuentro del Papa con Fidel, aunque no programado, era algo esperado. El día previo a la despedida pidió el Comandante una audiencia, conocedor del recíproco interés. Fue un encuentro en la Nunciatura, cordial, afable, sereno, donde sin testigos intercambiaron sobre los cambios en la liturgia de la iglesia católica, las funciones del Papa y los problemas que hoy enfrenta la humanidad. Particular interés tuvieron problemas ecológicos, culturales, y el modo en que las distintas religiones enfrentan tales problemas.
Tras el fracaso de la toma de templos por el desconocido “Partido Republicano de Cuba”, no se de los resultados de la anunciada excursión de una flotilla provocadora navegando desde Miami hasta los límites territoriales del archipiélago, Fueron desoídos los ladridos de los parlamentarios Marco Rubio, Ileana Ross-Lethinen y el resto de la pandilla de los autotitulados cubano-norteamericanos (ni Cuba ni los Estados Unidos permiten la doble nacionalidad). La desilusionada acaudalada twiteera Yoany Sánchez descalificó los discursos de los jerarcas eclesiásticos.
Por su parte El Camaján Elizardo Sánchez Santa Cruz “denunció” ¿cientos? de disidentes (la plantilla íntegra pagada por la Oficina de Intereses de los EEUU en La Habana) imposibilitados por la “policía política” de asistir a la misa, como si representaran algo o pudieran quebrar el orden ante el mar de los centenares de miles presentes en las Plazas de la Revolución Antonio Maceo y José Martí.
Dos ciudadanos, uno en Santiago de Cuba y el otro en la Habana, trataron de interrumpir una misa y la despedida del pueblo al Papa; tales hechos ni siquiera fueron reivindicado por organización disidente alguna.
El magnate Carlos Saladrigas, venido desde Miami entre los Peregrinos de la caridad, intentó llamar la atención con sus planteamientos sobre nuestra supuesta irrevertible renuncia a la construcción del socialismo y quedó apagado su intento de protagonismo.
Un botón de muestra de la bajeza de los métodos utilizados fue el echar a rodar un rumor sobre que Hugo Chávez Frías había pedido una audiencia al Papa y esta había sido denegada. Incluso vi, con tal afirmación, una apócrifa página de twiteer a nombre de nuestro canciller Bruno Rodríguez Parrilla.
El final fue tal cual yo pensaba. El presidente de Cuba confirmó nuestra decisión de crear una sociedad más justa, basada en la democracia, en la justicia. Se refirió, para despejar dudas, con respeto y sentimiento, al problema de los emigrantes cubanos, entre otros aspecto medulares.
Por su parte Benedicto XVI fue explícito en la utilización del diálogo en la búsqueda de la concordia, de la continuidad del crecimiento de las libertades civiles, la permanente necesidad de sumar en vez de eximir, y el cultivo de la libertad para que nuestro país siga adelante.
En suma, los resultados fueron tan defraudantes para los enemigos de la Revolución cubana que, a pesar del poquísimo margen permitido, los falsimedios de la desinformación han estado obligados, y para su bochorno lo han hecho, a desvirtuar palabras, oraciones, frases, pasajes. El Nuevo Herald solo pudo titular el miércoles 28 de marzo, es decir al día siguiente de la partida del Sumo Pontífice: “El Papa pide que se permitan libertades fundamentales en Cuba” y “Cubanos en Miami esperan que visita papal cambie a Cuba”. No es necesario decir más.
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